Los caballos no hablan, y por tanto, no nos dirán qué dolencias tienen. Una lesión incipiente en un caballo de carreras puede suponer mucho dinero en riesgo. Por ello, desde hace tiempo se utiliza la termografía para localizar lesiones ó patologías en el campo veterinario.
La termografía nos muestra la distribución de temperaturas sobre la piel del animal, en función de su riego sanguíneo, y las anomalías detectadas nos aportan indicios acerca de la patología presente. Estos cambios de temperatura suelen indicar estados de stress previos a enfermedades o lesiones. Un animal sano presenta un patrón de temperatura simétrico. En algunas especies, los largos pelajes o plumas pueden amortiguar ese patrón. Por este motivo, es importante trabajar con cámaras de muy elevadas resoluciones (640 x 480 píxeles), que nos permitirán detectar detalles imposibles de ver con cámaras medias,
La termografia aporta una valiosa información de forma no intrusiva, y nos alerta en la aplicación de otras técnicas de diagnóstico, como radiografías, ecografías o endoscopia. Tiene una extrema sensibilidad a las variaciones de temperatura de los sistemas musculares, óseos, nerviosos y vasculares, registrando cambios de 0,03 ºC (40 veces más sensible que la mano humana). Así es posible detectar lesiones incipientes, determinar su extensión, y controlar el proceso de recuperación y cura después de una intervención.
Comprar un caballo supone una importante inversión, y se necesita estar seguro de que el animal que compra está sano y libre de enfermedades ó lesiones como laminitis, artritis, abscesos, tendinitis, dentaduras,… La termografia es una herramienta de diagnóstico preliminar que permite detectar estos problemas y negociar mejor la compra. Del mismo modo, un examen termográfico que muestra la salud del animal es un poderoso argumento de venta.